Hiéreme
con la palabra justa el corazón,
que acabe amándote sin tino.
¿Qué seré
si en mí no manda tu locura?
El día pierde luz y norte,
la sombra se solaza en los tejados
y el palpito de vida
es una soledad que me maldice.
Di, Señor,
¿por qué no alcanzo
la razón de amarte al límite?
¡Entra en mi casa,
hiéreme el corazón a espada!
Sólo Tú tienes
palabras de vida eterna.
Pilar Bugella
Publicado en el nº 10
de la "Colección Variaciones"
16 de Febrero de 2007
domingo, 21 de octubre de 2007
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