¡Qué mala sombra tiene este muchacho!
–critica la portera enfurruñada–.
Pasa sin saludar hacia el despacho,
otra vez viene pegado a la almohada.
Son las cinco: “La sombra está que arde”,
–murmura un capataz en el chiquero–
me trae malos “augurios” esta tarde.
Dios le dé buena suerte a los toreros.
Llega el atardecer, el sol se apaga:
vagabundo sonámbulo de luz.
La sombra me apuñala con su daga,
oscura noche de tiniebla y duelo,
qué lejos, más qué cerca está la cruz.
Se me ensombrece el alma: Siento miedo.
Maribel Ruiz Donoso
Publicado en el nº 9
de la "Colección Variaciones"
26 de Septiembre de 2006
sábado, 20 de octubre de 2007
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