domingo, 21 de octubre de 2007

EL FUEGO DE ANDALUCÍA

En la orilla de la playa,
desnudos sus pies morenos,
cantando por soleares
va cogiendo caracolas,
su larga melena al viento.


Casi en el delta del río,
los carromatos pintados,
con cortinas, y en los hierros,
cuelgan cacharros de cobre
que suenan como cencerros.

Han montado los gitanos
su ambulante campamento,
y en el centro una candela
de grandes y secos leños.

Ya se oye la zumaya
que la llama desde lejos,
va volando sigilosa,
con dulce y tierno lamento.

En el aire suspendido,
un rasgueo de guitarras
tan antiguas como el tiempo.

Bailando está la gitana;
va tocando un gran pandero
que gime y que se estremece
llorando con bronco acento.

Y relinchan los caballos,
andan, trabados y sueltos,
paciendo junto a los carros
de los varales enhiestos.

Esperándola, un muchacho
con largo pelo muy negro,
que doblando está las palmas,
soñando con darle un beso.

De fina y juncal cintura
y piel como terciopelo,
con los ojos enigmáticos
donde se refleja el fuego.

Pastora… ¡corre chiquilla!
no demores que, en el cielo,
ya salen la verde luna,
las estrellas y luceros.


Enrique Maestre

Publicado en el nº 5
de la "Colección Variaciones"
24 de Junio de 2005

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