y escucho la oscuridad eterna
hundiéndose en mis pupilas,
la danza del silencio
que rescata los recuerdos.
Quizá, en este momento,
es hora de guardar las heridas,
salir del desierto
que asfixia mi conciencia
y sonreír al despojo
de esta nada que me envuelve
arrancándome la vida.
Esculpe mi piel de angustia
y tinta mi sangre con hiel.
¡Adiós NADA donde me ahogo
con lágrimas en desazón.
Mari Ángeles Castillo
Poema publicado en el nº 2
de la Colección "Variaciones"
15 de Octubre de 2004